Loquillo lleva encima de los escenarios, bien en solitario, con Los Intocables o con los Trogloditas, casi cuarenta años. Atrás quedan una treintena de discos publicados, cientos de miles vendidos y hasta una nominación a los premio Grammy por su disco Balmoral.
No descubrimos nada si decimos que lo suyo, antes de querer ser feliz con un camión, era el balón de baloncesto. En las canchas de Barcelona compartió vestuario con Epi —en el Colegio Alpe— y llegó a jugar en el añorado Cotonificio de Badalona, a las órdenes de Aíto García Reneses y junto con Andrés Jiménez. Jugaba de escolta.
Precisamente fue Epi quien le puso el apodo de Loquillo. Así se lo contaba el Loco a Olga Viza:
«En un Campeonato de España de escolares salté para coger un pase de Epi, pero me lanzó la pelota a tal velocidad que acabé empotrado en la valla de protección. Se acercó y me dijo: "Ya no eres el pájaro loco, ahora pareces un loquillo". Y lo que decía Epi iba a misa. Me empezaron a llamar así y lo que parecía casi una humillación se ha convertido en una marca».Loquillo todavía se reúne de vez en cuando para jugar con sus excompañeros de equipo y también lo hace con la selección catalana de veteranos: «Juego con Creus o Solozábal, a los que es una gozada ver jugar. Creo que Nacho podría jugar todavía en la liga ACB».
En el vídeo de «Memorias de jóvenes airados» (a continuación) se le puede ver jugar con algunos de sus antiguos compañeros: Epi, Nacho Solozábal, Andrés Jiménez, Manolo Flores y Javier Mendiburu.
¿Su ídolo en la NBA? Larry Bird, otro pájaro...
José María Sanz Beltrán anda ahora metido en otras cosas, además de la música y del basket, como escribir novelas y producir documentales.
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